lunes, 6 de febrero de 2012

un niño viaja

Los colores enamoran, hacen permeable el alma, se meten en la memoria y la llenan de cánticos eternos. Son los sonidos para los que no escuchan por la sordera de su corazón, sus efectos alimentan lo mejor del hombre, lo redimen, le ponen el sol en la punta de sus dedos. Le acercan el mar y los plumajes, los campos y las semillas creciendo en soledad, detrás de las huellas del campesino. Los colores brotan en el musgo de un muro umbrío, en la fuente de agua que no es de beber, fertilizan un gesto adusto y esa mirada proscrita de pinceladas rebeldes.
Hacen que cualquiera regrese a un modo etéreo, sensible, poblando sus fantasías nobles, las esperanzas sutiles y los sueños enteros al terminar la noche.
Un niño viaja su primer mundo en la blancura de un espíritu incontaminado, me gustaría acompañarlo y apartar de su camino lo oscuro y lo indigno. Aún no lleva cargas y mi egoísmo me da letra a favor de su libertad que nada pide, quiero proteger su cielo y sostenerlo. Mañana irá por sus propios medios y tal vez reniegue de mi sombra agobiante pero, estaré seguro que intentarlo fue una tarea de la sangre que dejará algún rédito para su vida, aunque no se note.
Fotografía y texto de José López Romero.

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